En las cartas a los Corintios, Pablo les advirtió que NO abandonaran nunca la sencillez que hay en Cristo.
Tenemos una tremenda responsabilidad como creyentes y es permanecer en Él. En Juan 15 Jesús usó la analogía de una vid y pámpanos. Un pámpano es absolutamente inútil, a menos que esté conectado a la vid. Separado de la vid, el pámpano está muerto y no puede producir «nada».
Es por eso que en hebreos 12, mientras corremos la carrera de la fe, el llamado es fijar nuestra mirada… NO en la ley, NO en principios, NO en un credo, sino solo en Él, porque Él no es solo el Autor de nuestra salvación, sino también el Perfeccionador de nuestra salvación.
Cada vez que fijamos nuestra mirada en cualquier otra cosa que no sea Él, perdemos la sencillez de Cristo por la complejidad. En cualquier momento, fijamos nuestros ojos en cualquier otra cosa que no sea Él, el énfasis de nuestras vidas estará en esa «otra cosa» y, en última instancia, en cómo estamos persiguiendo esa «otra cosa», y terminaremos con un Evangelio centrado en el hombre en lugar de un Evangelio centrado en Jesús…
…y eso no es ningún evangelio.
Todos debemos seguir el camino que siguió el apóstol Pablo. Recuerde que en Filipenses dijo que tenía «una cosa», y que era seguir adelante para conocer (saber = ginosko = experiencia íntima), el poder de Su resurrección y la comunión de Sus sufrimientos.
Conocerlo es nuestra «única cosa»: todo lo demás en la vida surge de conocerlo.
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